Cuando yo estudiaba empresariales, recuerdo perfectamente (no hace tanto) que nos explicaban que, en una empresa, el elemento fundamental era el capital humano, por encima de todos lo demás, puesto que era éste el que podía marcar las diferencias con la competencia. Consecuencia necesaria de ello era subrayar la importancia de mantener la motivación de los trabajadores motivados, reforzando su compromiso con la empresa.
Por lo que parece, una parte no despreciable de los empresarios de nuestro país o bien no han estudiado empresariales, o bien hicieron campana ese día, a juzgar por cómo se comportan: contratos lo más precarios que la legislación les permite (si pudieran tener despido libre serían felices), jornadas lo más largas posibles (y si no alargas de forma sistemática la jornada, sin cobrar, claro, eres mal visto), sueldos miserables, cuando hay beneficios el empresario gana, cuando hay pérdidas se pide al trabajador que se apriete el cinturón, y venga, que cuando el que tenemos se vaya, quemado, ya vendrá otro a quien exprimir, y así sucesivamente. Por no hablar de los que viven de y en la economía sumergida. Vamos, que les hablas de Maslow y piensan que te refieres a Philip Marlowe.
Pero que nadie se crea que éste es el típico post sobre buenos y malos, concretamente sobre lo malos que son los empresarios y lo buenos que son los pobrecitos trabajadores. No. Hay buenos empresarios que, pretendiendo y consiguiendo ganar dinero (de eso se trata), dan a los trabajadores la importancia que se merecen, y los tratan como lo que son, pieza fundamental de la empresa. Y por otro lado, junto a buenos trabajadores, los hay con tal actitud que harían quebrar a cualquier empresa. Como se suele decir, en todas partes cuecen habas.
Aunque nos haga mucha gracia a veces acordarnos del Lazarillo de Tormes y muchos vean la picaresca como un mal soportable, lo cierto es que su generalización es tan nefasta para nuestra economía como lo que más arriba explicaba de los empresarios. Y hay ejemplos a montones. Es increíble la alegría con la que se piden (y se dan) las bajas médicas (al menos cuando no hay crisis). El escaqueo es práctica habitual, sin el más mínimo remordimiento. Un ejemplo de ayer mismo: una joven sentada a mi lado en el tren le contaba a un amigo cómo otras amigas aprovechaban que el jefe muchas veces no estaba en la oficina para pasarse las tardes charlando, merendando, navegando por internet, y luego al jefe le decían que no habían tenido tiempo de hacer el trabajo, y de hecho la misma joven que hablaba explicaba que ella después de acabar una tarea se esperaba un rato largo a decírselo al jefe, y mientras navegaba por internet, etc. Les parecía lo más normal del mundo.
Y no es que lo hagan por fastidiar al malvado empresario. Cuando éste es la administración, pasa lo mismo. El mes pasado oía a un profesor de secundaria decir que era una putada que un profesor que estaba de baja cogiera el alta un viernes, porque si la cogiera el lunes, el interino que le está cubriendo podría cobrar el fin de semana, y en cambio el profesor de baja no pierde nada porque él está cobrando igualmente. Y todos contentos, total, paga la administración. ¿Más ejemplos? Tengo un familiar actualmente de viaje por Australia con una amiga, en plan aventura. La amiga está cobrando el paro ¿no debería estar buscando trabajo, y no de vacaciones?. Os aseguro que los ejemplos que digo son ciertos y los conozco en primera persona. Y son sólo los más recientes, seguro que todos teneis conocimiento de casos similares.
Pues bueno, si empresarios, trabajadores, pensionistas, etc. seguimos así, nos iremos todos al carajo. Y aunque siempre estará ahí un gobierno (el que sea) para echarle la culpa, eso nos servirá de poco.






